Un horizonte apasionante
Europa y, más en concreto, España dejaron atrás durante siglos la afirmación del apologista Tertuliano: “El cristiano no nace, se hace”. El cristianismo, en efecto, penetró de tal modo en la sociedad europea, que llegó a crear una nueva cultura. Ahí están los monasterios, las catedrales, la literatura, la pintura, la institución familiar y universitaria y tantas otras realidades como testimonios elocuentes. Sin miedo a exagerar, puede decirse que la sentencia del abogado africano había dado paso a esta otra: “El cristiano nace, no se hace”. Desde que un nuevo ser abría los ojos a este mundo, se insertaba en un clima familiar, escolar y social en el que se respiraba lo cristiano.
“No estamos en época de cambio,
sino en un cambio de época”.
Papa Francisco
Esta situación, que ha durado más de un milenio, comenzó a resquebrajarse con la llegada de la modernidad y no ha cesado de ahondarse, sufriendo un proceso de fuerte aceleración en los últimos decenios. Basta observar los cambios respecto a la vida no nacida y terminal, al matrimonio, a la trasmisión de la fe en familia, al clima cultural que predomina en los medios de comunicación social, desde la canción a las series televisivas, pasando por el cine, la novela y la cultura en general, para percatarse de que estamos en “otro mundo”.
El aire antropológico, ético y espiritual que se respira hoy en Europa y España ya no es cristiano. Quedan, ciertamente, reductos en los que lo cristiano tiene presencia e influjo. Pero ¿quién podría pensar, no hace mucho tiempo, que, por ejemplo, en 2021 la mitad de los niños que han nacido en España durante los últimos años ya no estarían bautizados? Proyectado ese número a 2030, que es una proyección a corto plazo, el panorama que dibuja es tan nuevo, que confirmará lo que el papa Francisco repite con insistencia: “No estamos en época de cambios, sino en un cambio de época”.
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