Alexia

Alexia González Barros

Alexia nació en Madrid, el día 7 de marzo de 1971. Fue bautizada en la Iglesia del Monasterio de las Salesas Reales el día 19 de marzo. Siempre se mostró agradecida a Dios por la vida y por la familia que le había concedido. En una carta suya publicada el 28 de mayo de 1983 en el diario “Ya” de Madrid, decía: Tengo doce años y soy la séptima de mis hermanos. Doy muchas gracias a Dios de haber nacido en una familia donde todos se pusieron muy contentos cuando yo nací. Si mi madre hubiera sido una de esas que quieren matar a sus niños antes de nacer, yo no habría nacido. Me gustaría decirles que no los maten, por favor, porque seguro que alguien adoptaría a esos niños. En nuestra casa, seguro que recibiríamos encantados a uno de esos niños que no los quieren. Alexia.

Fue una niña muy piadosa, que vivía sus prácticas de piedad como lo más normal del mundo, pues así debe ser. Desde muy pequeña entendió que lo normal es buscar ser santo en medio de las tareas diarias: estudiando, ayudando en casa, alegrando la vida a los demás…

Todas las noches rezaba el “Jesusito de mi vida” y una oración a la Virgen que decía así: Madrecita mía vuestra esclava soy, con vuestro permiso a dormir me voy,  y a su ángel de la guarda a quien puso el nombre de Hugo.

Pero como el resto de los mortales, tuvo que luchar para ir adquiriendo las diferentes virtudes y avanzar por el camino de la santidad. Siendo aún muy niña había escrito en su pequeña agenda, bajo la palabra examen:

1º) Cuando mamá me manda hacer alguna cosa y no me apetece, me hago la sorda.

2º) Cuando los hermanos me hacen rabiar, me enfado.

3º) Me cuesta levantarme.

4º) Me cuesta ponerme a estudiar.

5º) Soy quejica.

Alexia
Y es que Alexia hacía todas las noches un buen examen de conciencia, para conocer sus puntos débiles y poner en ellos su  lucha por ser mejor.

Alexia, en su corta vida, no escribió ningún libro, pero sí dejó escritas algunas frases en las que se reflejan su intensa vida interior y su pensamiento.

Sobre la familia escribió: La familia es una hermosa alianza. Para ella la familia entrañaba no sólo un compromiso de muchísima importancia, sino que lo calificaba de hermoso. Y más adelante, al definir qué es una alianza, dejó escrito: Una alianza es un pacto libre hecho entre personas que pretenden vivir con amor y fidelidad. Y compuso esta oración: “Señor, te doy gracias por la alianza // que has hecho con nosotros. // Señor, auméntanos la fe, haznos obedientes // como Abraham para cumplir siempre tu voluntad. // Haz, Señor, que siempre seamos fieles // a nuestro compromiso contigo”.

En otra ocasión, en un ejercicio de la asignatura de religión, le pidieron que compusiera una oración. La empezó con una frase muy parecida a la que repetía desde niña. La oración completa dice: “Haz Señor que sigamos siempre tus mandatos, // y que estemos siempre atentos a tu palabra, // que sepamos darte gracias por el don de la vida, // por todo lo bello del mundo, // que sepamos llevar tu amor a los demás amando // nosotros más cada día”. La oración está redactada en plural como si quisiese extender su deseo de  amar a Dios a todo el mundo.

También nos ha dejado otra oración. En ella se dirige a Jesús diciendo: “Tú que nos amaste hasta el fin, que llegaste a morir por nosotros, ayúdanos a todos los miembros de tu Iglesia a vivir el Amor, a querernos como Tú nos has querido. Enséñanos a perdonar y a compartir todo como hermanos. Amén”.

Hay otra oración suya, escrita un año antes de enfermar, llena de amor de Dios y de humildad. Dice así: “Señor nuestro, te suplico me perdones mis pecados y mis faltas; porque yo me arrepiento y te prometo que, con tu ayuda, no volveré a pecar más. Necesito tu amor y comprensión. Dios mío, ayúdame. Sin Ti nada puedo. Ayúdame para que pueda serte fiel siempre, siempre, siempre. Amén”.

¿No te parece hermoso que una niña componga sus propias oraciones? Tú también puedes hacerlo, es fácil: Te pones delante del Señor Jesús y… ¡le cuentas y le pides lo que llevas en tu corazón!

A principios de 1985 Alexia comenzó a sentirse enferma y el médico que la atendió le dio un diagnóstico terrible: tenía un tumor canceroso en las vértebras cervicales que en poco tiempo la dejaron completamente paralítica.

Esa enfermedad se llama sarcoma de Ewing, y es durísima, provoca unos dolores insoportables, un auténtico calvario de sufrimientos. Sin embargo Alexia supo aceptarla plenamente identificada con la voluntad de Dios. No protestó ni se rebeló. Por el contrario, ofreció desde el primer momento, con serenidad y alegría, los fuertes dolores y las limitaciones de la enfermedad, así como las cuatro delicadas operaciones quirúrgicas que padeció.

Yo ya quiero irme al Cielo, dijo Alexia a su madre un mes antes de su muerte. Era una forma delicada de hacerle  saber que ya se estaba muriendo, y que quería que su familia no se sintiera triste, pues ella estaba deseando encontrarse con Dios. Este deseo se cumplió el 5 de diciembre de 1985, día en que entregó su alma a su queridísimo Jesús, dejando atrás un recuerdo y un ejemplo maravilloso.