NENNOLINA
Nennolina nació en Roma en 1930. A los cinco años formó parte del grupo de las más pequeñas de Acción Católica. A los seis años, como consecuencia de un osteosarcoma, hubo que amputarle una pierna, circunstancia dolorosa que, durante su niñez, supo convertir en camino de santidad, pues el testimonio de fortaleza que brindó fue fiel reflejo de la gracia de Dios que actuaba en su alma.
La monja enfermera de la clínica cuenta: Una mañana entró al cuarto su papá y, después de acariciarla, le preguntó: ¿Sientes mucho dolor? Nennolina respondió: Papá, el dolor es como la tela, cuanto más fuerte, más valor tiene. La religiosa que presenció el diálogo, testimonió: Si no hubiese escuchado las palabras de Nennolina con mis propios oídos, no lo hubiera creído.
A los seis años comenzó a ir a la escuela con una prótesis, ofreciendo las molestias y dolores a Jesús: Cada paso que doy debe ser una palabrita de amor a Jesús. El día del primer aniversario de la amputación de su pierna pidió que se hiciera un gran almuerzo y una novena a la Virgen de Pompeya, porque aquel hecho doloroso la había unido más a Jesús. La noche de Navidad de 1936 recibió la Primera Comunión y poco después la Confirmación. La amputación de su pierna no pudo bloquear el tumor, que hizo metástasis en la cabeza, la mano, el otro pie, la garganta y la boca. Pese a los agudos dolores de la enfermedad y de los tratamientos, iba a la escuela y a las clases de catecismo contenta. En cierta ocasión le escribió una carta a Jesús:
«Voy con alegría porque se aprenden cosas bellas sobre Ti y sobre tus Santos».
Murió al poco tiempo sin alcanzar los siete años, soportando con serenidad los terribles dolores. El Romano Pontífice, Benedicto XVI, dio el primer paso decisivo para su canonización al proclamarla venerable el 17 de diciembre de 2007.
Su vida es un valioso testimonio de santidad para los niños enfermos que sufren severas limitaciones y dolores, porque Nennolina supo ser una niña feliz por medio de su severa enfermedad. En 1981 el Tribunal para las Causas de Canonización emitió una Declaración dejando en claro que también los niños pueden realizar actos heroicos de fe, esperanza y caridad, por lo que también pueden ser elevados a los altares. Tres días después de haber sido declarada venerable, Benedicto XVI dijo: En su brevísima vida, de tan sólo seis años y medio, demostró una fe, una esperanza y una caridad vibrantes, así como las demás virtudes cristianas. Su vida, tan sencilla y, al mismo tiempo, tan importante, demuestra que la santidad es para todas las edades: para los niños y para los jóvenes, para los adultos y para los ancianos. Es decir, cada etapa de nuestra vida puede ser propicia para decidirse a amar a Jesús en serio, y para seguirlo fielmente.
Nennolina en pocos años escaló la cumbre de la perfección cristiana a la que todos hemos sido invitados a subir, y recorrió velozmente la «autopista» hacia Jesús. Nennolina ahora, desde el Cielo, está cerca de vosotros. Aprended a conocerla y a seguir sus ejemplos”.
La señal del cristiano no es la cruz, sino la dignidad con que llevamos la cruz. Cruces tenemos todos, incluso los niños; pero no todos sabemos llevarlas por igual. En la cruz, junto al Señor, hubo dos ladrones, uno que aceptó la sentencia con dignidad (nosotros recibimos la justa recompensa, pero Éste, ningún mal ha hecho), y otro que se rebelaba enojado. Hay quienes aceptan con serenidad la enfermedad y dan testimonio de la superioridad del espíritu humano, mientras otros, que consideran que felicidad y limitaciones físicas son incompatibles…, pregonan la eutanasia.
Muchos niños enfermos deben enfrentar indefectiblemente una enfermedad, y Nennolina es, para ellos, un gran testimonio de cómo hacerlo. Pero la lección más importante de esta niña consiste en no subestimar la infancia como etapa en la que, como padres, tíos, abuelos, padrinos, educadores, debemos proponer e invitar a los niños a ser santos, sin esperar el mañana. La verdadera educación de los niños, aquella en la que ni sus padres ni la familia puede fallar, es la educación en la santidad.