Alexia

San Francisco de Asís

San Francisco de Asís nació en Italia, en una ciudad llamada Asís en el año 1180. Podríamos decir que fue un chico con suerte, pues su padre era un rico comerciante y su madre pertenecía a la nobleza, por lo que pudo llevar una vida cómoda en la que no le faltaba de nada. Era… ¿cómo te diría? Lo que hoy llamamos un “niño pijo”, que pudo realizar estudios y tener una educación muy esmerada, lo que en aquella época no era frecuente. Le gustaba mucho acompañar a su padre en los muchos viajes que éste hacía a Francia a las ferias locales, pues el ambiente de aquella ciudad le parecía muy atractivo.

Cuando era joven, y dado que no tenía ningún problema económico, llevó una vida despreocupada: se divertía de lo lindo y gastaba mucho dinero en pasarlo bien. Sin embargo, no era nada egoísta, pues tenía la capacidad de ver las necesidades de los demás y siempre que tenía ocasión daba unas limosnas enormes a cuantos necesitados se encontraba. O sea, que aunque pareciera que sólo pensaba en tener éxito y pasarlo bien, en el fondo tenía un corazón de oro.

Alexia

Su vida comenzó a cambiar cuando tenía 20 años. En aquella época, hubo una guerra entre las ciudades de Asís y Perugia y  él se hizo soldado, participando en algunas batallas muy peligrosas. Cuando volvió se empezó a preguntar por el sentido de su vida y se dedicó a la oración y a meditar sobre lo que realmente quería para su vida.

Un día, mientras paseaba, se encontró a un leproso. ¿Sabes lo que es? Es una persona con una enfermedad terrible y muy, pero que muy desagradable, pues la carne de estos enfermos se pudre, tienen llegas horribles y a consecuencia de esto… ¡huelen fatal!

Además, en aquella época en que la medicina aún no había descubierto como curarla, era muy contagiosa y mortal. Pues bien, inspirado sin duda por Dios, Francisco se aguantó el asco que le daba y… ¡le besó las llagas!

Desde ese mismo momento Dios le regaló el don de tener una gran fuerza de voluntad y de saber sacrificarse por el bienestar de los demás. Cierto día escuchó en misa un relato del Evangelio que dice: “curad a los enfermos, limpiad a los leprosos…” (Mateo 10,1-24)  e inmediatamente comenzó a visitar hospitales y a los pobres, regalándoles todos sus bienes materiales. 

Renunció a todas sus riquezas, las empleó para hacer el bien a los necesitados y se vistió con una túnica de tela basta ceñida con una cuerda y abandonó la cómoda casa de sus padres caminando descalzo. Además trabajó en la reconstrucción de iglesias en ruinas después de escuchar la voz de Jesús que le dijo: “Francisco, debes reparar mi casa, porque está en ruinas”

Pero nada fue fácil para él, pues su padre se enfadó muchísimo y lo trató como si estuviera loco,  lo desheredó y no quiso saber nada más de él. Pero Francisco siguió con su idea de vivir en la más absoluta pobreza, pues había entendido que eso era lo que Dios le pedía. ¿No era más inmensamente rico el Hijo de Dios? Y… ¿no había nacido en un humilde establo, sin ninguna comodidad?

Su ideal de vida fue enseguida entendido por muchos de sus amigos, que imitándole, renunciaron también a sus comodidades, ilusionados con la idea de servir a Dios viviendo de las limosnas y ocupándose de los más pobres. Cuando ya se juntaron 12 amigos, Francisco consiguió el permiso del papa y formó una orden religiosa, llamada “los Frailes Menores”, en la que predicaban la penitencia y la pobreza.

Alexia

¡Ah! No quiero dejar de contarte un dato muy curioso : san Francisco fue el “inventor” (si podemos llamarle así) de la tradición de poner “el portal de Belén” en Navidad.

La primera vez que lo hizo fue con una imagen en piedra del Niño Jesús y a ambos lados un buey y un asno de verdad…

y es que san Francisco también fue un apasionado de la naturaleza, le encantaba el campo, los árboles, las flores y, sobre todo, los animales, a los que trataba con un respeto enorme, pues es bien cierto que la naturaleza es un regalo de Dios y todos la debemos cuidar, ¿verdad?

San Francisco murió el 3 de octubre de 1226, con 44 años, después de escuchar un relato sobre la pasión de Cristo.